Una novela de barrio by Francisco González Ledesma

Una novela de barrio by Francisco González Ledesma

autor:Francisco González Ledesma [González Ledesma, Francisco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2006-12-31T16:00:00+00:00


27

«Los hijos cambian del todo la vida de la gente —pensaba Méndez, quien nunca los había tenido—. Te hacen ver cosas que no habías visto nunca y entender cosas que no habías entendido jamás. Supongo que cuando tienes un hijo, dejas de ser tú para ser el hijo, y curiosamente eso te hace ser más sabio. Es una de las pocas cosas que he aprendido en mi cochina vida».

En tardes como aquélla, cuando la ciudad se difuminaba en las sombras, tenía la sensación de que su cochina vida no había servido de nada.

El importante señor comisario principal también se lo dijo:

—Lleva usted dos días, Méndez, sin traerme ningún resultado. No me sirve usted de nada.

—Busco activamente a Leónidas Pérez —se defendió el policía—. A veces me desespero porque ésta es una ciudad inmensa donde se alquilan apartamentos sin preguntar nada, siempre que pagues por adelantado, y tiene a norte y sur docenas de playas turísticas donde se pierde cualquier pista. Coño, si por cada español hay en verano un inmigrante sin papeles y dos turistas sin identificar. Ese tío puede estar en cualquier parte, aunque pienso que no desaparecerá por mucho tiempo. No puede.

—¿Por qué no puede?

—He sabido que tiene muy buenos negocios aquí. Todos mis chivatos, o confites, son de bajura, pero algún chivato de altura me ha confirmado que Leónidas, después de traficar mucho tiempo con drogas a pequeña escala, fue subiendo en el escalafón. Es listo y engaña a los que están abajo, pero no a los que están arriba. Ahora financia importaciones de droga, las recibe y las revende, de modo que no puede estar demasiado tiempo escondido por ahí. Y cuando surja en la primera esquina, lo cazaré yo o lo cazará Miralles. Si al cabo de tantos años Miralles cazó al Omedes, al cabo de tantos años cazará también a éste.

—No fue la pistola de David Miralles la que acabó con Omedes —reflexionó el comisario en voz alta—. Miralles tiene un arma registrada, y no fue ésa.

—Poco me importa. La encontraré.

—Pues dese prisa, porque el expediente contra usted sigue su curso, Méndez. Cualquier día lo voy a tener que suspender, y si le quitan el sueldo no sé de qué va a vivir.

—Le pediré dinero al Leónidas. Tiene tanto que no sabe dónde meterlo.

—Pues los de Delitos Monetarios están hurgando en los bancos y no han encontrado nada. Mejor dicho sí: han descubierto que Leónidas Pérez cobra el paro.

—Tiene huevos.

—No chille tanto, porque quizá algún día lo tendrá que cobrar usted, Méndez. Y ahora siga explicando lo que le han contado sus chivatos mientras pedían limosna en las Ramblas. Por cierto, ellos también blanquean dinero.

—No se ría de la pobre gente, jefe, porque no puede reírse de los que de verdad manejan el capital. Leónidas Pérez es útil a gente que está en el Parlamento, en una subsecretaría o una dirección general, haciendo grande el país. Pero como yo lo miro desde tan abajo, no me impresiona. Él debe de estar detrás de alguna



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